Sietesitios queda lejos; en una hoya casi cerrada del todo. Queda dentro, tras aquellas cumbres pelonas, y se llega mejor por el norte. Sietesitios se nos antoja cada vez más lejano. Parece como si con la edad aumentaran los kilómetros de la distancia: además el calor no perdona allí en casi todo el año y ya se sabe cuánto agobian los fuegos del sol. Sietesitios es ese lugar donde la realidad y la ficción intercambian sus propios nombres y naturalezas; el lugar para construir el relato, y engarzarlo en el universo de relaciones y vivencias del hombre insular.