Los canarios son humildes y los venidos de otros lugares son burgueses con clase. Esta tosca casilla parece buscada y tiene un sentido: el de armonizar distintas maneras de la tristeza y el extrañamiento, tímida y pudorosa la insular, maquillada la otra de esclerotizadas pautas de civilización. Al final, vidas melancólicas que no se saben muertas porque dramatizar es imposible en unos y de mal gusto en otros. El ritmo de la narración, la verbalización en corto, las escenas alternantes y las ténues tonalidades léxicas tienden la trampa de la normalidad consuetudinaria, como si así fueran todas las vidas y todos los seres. Una astucia que se delata en la ingrata ceniza del paladar tras la última hoja. Guillermo García-Alcalde